Me gusta la
tormenta asustándome
Desde la
noche que pregona
Y propone,
al amo del relámpago,
Besar mis
pupilas dilatadas.
Me gusta
estar sola en la penumbra
Cuando la
tarde cae como esperanza
Y se
disuelve el humo de lo real
En el campanilleo
del hombre
Que vende
dulces de puerta en pena
Su pregón
cruza mi ventana
La brevedad
de las cosas simples
y esta
copa, que he de beber mañana
Cuando no
estás aquí, sueño de ti
Este
espacio de aguacero, mío.
Cuántas
luces fulguran en la noche
Lo que no fui hoy. Mañana será
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