Orizaba, ciudad anidada entre montañas,cuyas coordenadas nacen a partir de Madero y Colón, se muestra polivalente.
lunes, 5 de septiembre de 2011
LA CIUDAD DE LAS IGLESIAS
Apenas nos habíamos alejamos unos kilómetros de Orizaba cuando, al
cruzar por la parte alta de la autopista con rumbo al norte, contemplamos la
ciudad a la que ya suspirábamos al dejarla por tiempo indefinido. Qué linda se
mira, la ausencia de rascacielos (cuando mucho tres o cuatro edificios destacan
por encima de la mayoría: el Hospital del Seguro Social, el Sindicato de Obreros y Artesanos de la Industria Cervecera y Conexas SOAICC, y acaso el
Hotel Trueba), permite que la mirada se pose con fluidez, sin recovecos, clara
y nítida, y recorra en medio segundo campanarios y cúpulas que la decoran como
(diría mi mamá) si fuera un nacimiento. En un día claro se ve hasta siempre,
como reza el título de una comedia romántica de la Paramount Pictures,
protagonizada por Yves Montand y la famosa Barbra Streisand, dirigida por
Vincente Minnelli. Y en un día como hoy, que el sol lanzaba sus brazos hasta
atrapar a la luna que se sonrojaba en el mismo cielo que abarcaban nuestros
ojos, las montañas que circundan nuestro valle nos permitieron ver varias cosas,
como una bola de cristal que muestra el porvenir: la deforestación se ha
adueñado de una manera dramática de los campos, de las laderas, las bolsas de
polietileno y otras basuras, contaminan el paisaje, lo hacen ver sucio,
desagradable. Los árboles que sobreviven les falta cuidado, la pobreza nos
circunda. Si bien nuestra Ciudad de las Iglesias ha sido embellecida en el
trienio anterior, ahora habrá que echar una mirada hacia las zonas rurales,
convencerse que el cuidado del campo es absolutamente necesario, que hay que
seleccionar la basura para disminuir y aprovechar lo que se pueda, hay que
reducir la contaminación, cuidar el agua, educar a la gente. Desde el
aeropuerto de la ciudad de México, liliaramirezdeoriza@hotmail.com
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