jueves, 13 de agosto de 2015

DE ESA CIUDAD VENGO



  
No vengo del mar. De niña
Nunca jugué por las playas
Carezco del rumor del agua
Entre sirenas deshojadas
Toboganes de sal y nácar.

No vengo de la serranía
Allá, el ojo del jacal
Y las manos de las milpas
Cuentan niñeces ajenas 
                 Y no me reconozco en ellas.

Vengo de una zona urbana.
Sus fábricas rasgan el alma
Hambrienta. Rugido obrero
Condenado, no rubricado.
En ella se arroja Centro
América, turba que atrapa
La inasible luz del túnel.

Su ira la apacigua el sereno,
Su tañir de campanas. Mientras
Dulces niñas, mías, perfuman
Santa María, San José,
La Concordia, Los Dolores.
Sus jardines albergan ciegas
Gallinitas y obsidianas
Vítreo corazón Citlaltépetl
Azul repertorio gloxíneas, 
 Estrellas pulverizadas,

                     Neblina. De esa ciudad vengo.

TORMENTA




Me gusta la tormenta asustándome
Desde la noche que pregona
Y propone, al amo del relámpago,
Besar mis pupilas dilatadas.

Me gusta estar sola en la penumbra
Cuando la tarde cae como esperanza
Y se disuelve el humo de lo real
En el campanilleo del hombre
Que vende dulces de puerta en pena
Su pregón cruza mi ventana
La brevedad de las cosas simples
y esta copa, que he de beber mañana

Cuando no estás aquí, sueño de ti
Este espacio de aguacero, mío.
Cuántas luces fulguran en la noche
 Lo que no fui hoy. Mañana será