No vengo del mar. De niña
Nunca jugué por las playas
Carezco del rumor del agua
Entre sirenas deshojadas
Toboganes de sal y nácar.
No vengo de la serranía
Allá, el ojo del jacal
Y las manos de las milpas
Cuentan niñeces ajenas
Y no me reconozco en ellas.
Vengo de una zona urbana.
Sus fábricas rasgan el alma
Hambrienta. Rugido obrero
Condenado, no rubricado.
En ella se arroja Centro
América, turba que atrapa
La inasible luz del túnel.
Su ira la apacigua el sereno,
Su tañir de campanas. Mientras
Dulces niñas, mías, perfuman
Santa María, San José,
La Concordia, Los Dolores.
Sus jardines albergan ciegas
Gallinitas y obsidianas
Vítreo corazón Citlaltépetl
Azul repertorio gloxíneas,
Estrellas
pulverizadas,
Neblina. De esa ciudad vengo.